Viviendo en el hambre, el frío y la pobreza, las personas creativas estaban soñando acerca del mundo futuro, donde el ser humano llegaría a la perfección: su cuerpo como una máquina, su energía nerviosa liberada para nuevos estímulos, con creciente poder y la mente liberada. La esperada revolución mundial, además de una mayor expansión en el espacio.
El científico de cohetes soviético y pionero de la teoría astronáutica Konstantin Tsiolkovsky inspiró a científicos de toda Europa, y contribuyó al éxito inicial del programa espacial soviético.
Uno de los seguidores de Tsiolkovsky, un pionero espacial olvidado, llamado Ary Sternfeld (1905-1980),  fue el primero en calcular las mejores trayectorias para llegar a la Luna y Marte. Él fue el primero en introducir la palabra cosmonáutica en el lenguaje de la ciencia en 1932.
Sternfeld, de carrera inusual dentro de la ciencia, enfrentó el menosprecio. En 1931 patentó un instrumento para el registro de los movimientos del cuerpo humano, que fue la base del sistema, llamado Android, patentado un poco más tarde en 1938. Sternfeld previó este sistema como un importante componente para el futuro. En expediciones a Marte, los androides serían las máquinas capaces, con sus extensiones, similares a dedos y manos humanas, de llevar a cabo operaciones complejas durante jornadas de trabajo espaciales, manteniendo a resguardo a los humanos.