Lil Miquela

Lil Miquela es un personaje ficcional creado por Trevor McFedries y Sara DeCou de un estudio creativo de Estados Unidos, Brud, que se especializa en “personajes digitales que desarrollan narrativas en un mundo de historias”. Lil Miquela fue diseñada en CGI y creada para ser modelo, cantante e influencer virtual en Instagram. Actualmente tiene más de tres millones de seguidores en la plataforma. El personaje surgió en 2016, tiene 19 años, “nació” en California y tiene ascendencia brasileña, sus creadores le confeccionaron un pasado ficticio y rasgos de personalidad definidos para construir una familiaridad y poder crecer como influencer. En el contexto actual de las redes sociales, un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca.

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A simple vista, en sus imágenes, Lil Miquela parece humana. Pero son más que nada las acciones que realiza y cómo se comporta, lo que la cataloga dentro del umbral del uncanny valley. La influencer es autoconsciente y se denomina a sí misma como robot, pero no habla de sus creadores ni de su construcción. Habla como una persona humana de su edad, hace música, usa ropa de diseñador, hace cryptoarte, reacciona a los comentarios que le dejan sobre su “condición”, se junta con amigos robots y humanos y se saca selfies con ellos. Si se saca una selfie frente al espejo, su reflejo le devuelve la mirada y si se saca una foto bajo el sol, su cuerpo hace sombra.

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La similitud de su comportamiento con el de influencers humanas lleva a una reflexión acerca de la falsedad de los momentos compartidos, las imágenes capturadas y los contenidos promocionados de las otras influencers “reales”. Con Lil Miquela, podemos decir claramente que todo lo que hace no sucedió, es falso y está milimétricamente construido para ser una herramienta de marketing para empresas de moda y tecnología, pero está reflexión no hace más que poner en evidencia los comportamientos del resto de los usuarios de Instagram con millones de seguidores. De alguna forma, su existencia puede hacer reconocer qué gestos se convierten en productos. 

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La modelo virtual se adhiere a movimientos sociales como el #blacklivesmatter y se describe a sí misma como “change-seeking robot” (robot en busca del cambio). Vendió remeras con la frase “Uncanny Valley Girl” para recaudar fondos para las víctimas de los incendios en California. Sus creadores han llegado al punto de construir una historia de acoso sexual para la modelo. Publicaron un video en el que relata la historia sentada frente a la cámara en un contexto privado del living de su casa. El video fue borrado rápidamente por la repercusión que generó, pero es inevitable pensar en la transformación que sufre una historia o gesto real al compartirse en las redes sociales y cómo termina convirtiéndose en una tendencia capaz de ser monetizada y construida, además de hacer surgir la pregunta sobre cuáles son las formas creíbles y legitimadas para que estos mensajes funcionen y tengan impacto.

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Los influencers virtuales no son robots ni inteligencias artificiales, son personajes ficticios creados por guionistas y diseñadores. Son productos pseudo humanos completamente customizables y por eso y por el menor riesgo que implican, mucho más rentables para las marcas. Lil Miquela vende su propia imagen y alimenta lo estándares de belleza, productividad y estilo de vida actuales. La existencia de estos personajes borra la línea entre lo real ficcionado (por fotos montadas, filtros de instagram, escenas construidas) y la ficción que hace todo lo posible para camuflarse con lo real. A la pregunta sobre si Miquela es real, la empresa respondió: “Tanto como Rihanna”. La construcción de identidades digitales en la era de Twitter y Facebook se parece mucho tanto para artistas como para políticos.

Otros influencers virtuales son Blawko, de los mismos creadores de Lil Miquela; Mar.ia, la influencer digital mexicana; Imma, con mayor interés en la cultura japonesa; Shudu, la primer supermodelo digital (inspirada en la barbie Princess of South Africa) y Maya, cuyo rostro es una síntesis de millones de caras humanas del sudeste asiático. Algunos acercamientos previos fueron los casos de la banda Gorillaz o el personaje Hatsune Miku, la idol virtual japonesa que funciona como librería de voz.

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