Trisha Brown
Trisha Brown fue una bailarina y coreógrafa estadounidense fundamental de la segunda mitad del siglo XX. Alumna de Ann Halprin, Brown participó en los talleres de composición coreográfica impartidos por Robert Dunn -de los que nació el Judson Dance Theater-, contribuyendo en gran medida a la ferviente creatividad interdisciplinar que definió el Nueva York de los años 60. Ampliando los comportamientos físicos que se calificaban como danza, descubrió lo extraordinario en lo cotidiano, e introdujo las tareas, los juegos de reglas, el movimiento natural y la improvisación en la elaboración de la coreografía.
Con la fundación de la Trisha Brown Dance Company en 1970, Brown emprendió su propio camino de investigación artística e incesante experimentación, que se prolongó durante cuarenta años. Creadora de más de 100 coreografías y seis óperas, y artista gráfica, cuyos dibujos han sido reconocidos en numerosas exposiciones y colecciones de museos, las primeras obras de Brown tomaron impulso del paisaje urbano del centro de SoHo, donde fue una pionera en establecerse. En la década de 1970, mientras Brown se esforzaba por inventar un lenguaje de movimiento abstracto original -uno de sus logros singulares-, fueron las galerías de arte, los museos y las exposiciones internacionales los que proporcionaron a su obra su contexto de presentación más importante. De hecho, los proyectos contemporáneos para introducir la coreografía en el entorno de los museos son impensables sin el modelo ejemplar que estableció Brown.
Trisha Brown ha utilizado el dibujo a lo largo de toda su carrera, como reflejo de la tensa relación entre signo y movimiento. En 1961 asistió a las clases de Robert Dunn en el Merce Cunningham Studio. Dunn era músico y compositor y, a su vez, había estudiado con John Cage, aplicando más tarde a la danza las técnicas aprendidas con él sobre la indeterminación, el azar y, especialmente, enseñando el papel central de la partitura. Brown aprendió de Dunn que la escritura de la danza, la notación gráfica, era en sí misma una forma de creación. Si bien en el trabajo temprano de la artista el dibujo está siempre en relación con sus composiciones coreográficas, a partir de la década de los ochenta, sus dibujos adquirieron una dimensión más libre y performativa, incluyendo su ejecución improvisada dentro de las propias piezas de danza.