Durante la primer guerra mundial y como es habitual en los procesos bélicos, dinero, energías y saberes se invirtieron para acelerar en el desarrollo de nuevas tecnologías con el fin de derrotar a los adversarios. Un caso llamativo es el desarrollo del sistema de disparo de los por entonces primeros aviones utilizados en combate. La hélice ubicada delante del piloto, representaba un obstáculo para que el mismo piloto que guiaba la nave, pudiese apuntar y disparar en el momento preciso a su enemigo, puesto que la mira de su ametralladora, y por tanto las balas, debían atravesar las aspas de la hélice girando a muy alta velocidad . El primer aviador que intentó solucionar ese problema fue el francés Roland Garros, que diseñó un sistema mediante el cual la hélice desviaba las balas levemente, mediante una zona blindada que daba dirección a las balas, dispositivo que aunque novedoso no solucionaba por completo el problema. Fue otro aviador, el alemán Fokker que luego de la captura del avión de Garros y el posterior  análisis del macanísmo diseñó un sistema de sincronicidad de disparo superior, basado en un artilugio mecánico de inédita precisión capaz de disparar la bala justo en medio del giro de cada hélice, esto dio a los alemanes supremacía en las batallas aéreas por varios años.