Ismaïl Bahri, (Túnez, 1978), trabaja en fotografía, video, instalación y dibujo. A través de la simplicidad de sus gestos y los materiales que usa, presta especial atención a lo que se está llevando a cabo, a los movimientos a menudo imperceptibles a simple vista. Su obra, un trabajo muchas veces performático y basado en situaciones y gestos mínimos, cuya lógica inexorable en última instancia genera un tipo de magia, un estado de gracia capturado en la esencia de sus materiales, ofrece experiencias que desestabilizan nuestra percepción de lo cotidiano. En la era de la imagen, filmar el viento o convertir imágenes en polvo son gestos políticos.

Hojeando y alisando las páginas de las revistas, hasta que la tinta se haya transferido completamente del papel a las manos, borrando gradualmente la imagen impresa. Estirando un hilo invisible, materializado solo por las gotitas que recorren su longitud, que gradualmente forman un charco de agua en el espacio. Filmando una gota de agua clara en una muñeca, sus temblores apenas perceptibles revelan el pulso de las arterias debajo de la piel. Una pantalla blanca dividida por una línea negra vertical y temblorosa que se revela gradualmente como una bola de hilo que se desenrolla sobre un fondo de nieve. Un viaje a través de un paisaje urbano, representado por su reflejo filmado en un vaso de tinta, o el blanco de un pedazo de papel colocado frente a la lente de la cámara. Los gestos que prestan mayor atención a los detalles finos, a los accidentes y las variaciones mínimas generadas por eventos no planificados en el mundo real.

En su trabajo en conjunto, y en el detalle de las obras individuales, la práctica de Ismail Bahri realiza un proceso gradual de investigación insistente y de revelación de sus motivos, basadas en condiciones experimentales elementales. Son resoluciones formales a lo largo del tiempo, basadas en el principio de desarrollo fotográfico. Emulsión, desenredado, desnudado, a menudo, muy poco se interpone entre la materialidad sutil de la obra y su desaparición completa. Pero la simplicidad radical de los protocolos de Bahri emana también una emoción silenciosa y subyacente: una mezcla de sorpresa y ansiedad, una pista, tal vez, a la agenda oculta de su trabajo.