María Teresa Hincapié (1956-2008) fue una de las artistas más influyentes de performance en Colombia. Se inició en teatro con Juan Monsalve en el grupo “Acto Latino”, donde conoció las prácticas del teatro antropológico de Eugenio Barba, enfocando en el manejo del cuerpo a través de distintas técnicas, especialmente orientales. Esta formación le permitió desarrollar su propia danza–teatro–ritual. Hincapié ha viajado por México, Europa y Asia investigando, participando en festivales y profundizando su técnica y principios teatrales. Regresó a Colombia en búsqueda de espacios alternativos para sus expresiones artísticas vinculándose con artistas como Doris Salcedo y Álvaro Restrepo, y desarrollando una fusión entre el teatro y las artes visuales. En el año 1987, a partir de su participación en “Parquedades”, un trabajo de José Alejandro Restrepo, se introdujo en el ámbito de la performance, desprendiéndose de las formas teatrales y de la noción convencional de ‘espectáculo’.

Hincapié ha trabajado de manera directa el rol de la mujer en relación a las tareas domésticas, la maternidad, la mujer trabajadora y la seductora. En el año 1990, obtuvo el primer premio del XXXIII Salón Nacional de Artistas de Colombia con la obra Una cosa es una cosa. En ella, la artista disponía silenciosa y metódicamente distintos objetos de uso cotidiano en el piso, para luego recogerlos y desplegarlos nuevamente. Sus movimientos eran lentos y cuidadosos, una y otra vez repetía obsesivamente la misma acción siguiendo patrones diversos e impredecibles, generando una percepción infinita del tiempo, en su carácter cíclico e involutivo. Las mismas acciones y gestos, pero diferentes cada vez, evidenciando quizá algo propio de la condición del ser humano.

Hincapié ha participado en exhibiciones y ferias internacionales como I Bienal de Valencia – The Body of Art Bienal de Valencia (2001), 51 International Art Exhibition – Always a little further La Biennale di Venezia (2005), 27° Bienal de Sao Paulo (2006).

“(…)hay que enfrentar la dualidad entre lo sagrado y lo profano y como artistas ubicarnos en el lado opuesto del hombre económico. Pero no en una posición contraria, sino complementaria; es una actitud que nos lleva a ennoblecer los actos cotidianos, nuestros pensamientos, las instituciones en que trabajamos, en fin, la relación con la vida y con los demás. La idea es llevar la acción hacia lo sagrado”